Sherry Turkle
En defensa de la conversación. El poder de la conversación en la era digital
Ático de los libros
Barcelona, 2017, 493 pp.
Los diez títulos que ha publicado la psicóloga e investigadora norteamericana Sherry Turkle la sitúan entre los detractores de la informática por sus efectos en la psicología humana y social. "Las computadoras -dice Turkle- no sólo hacen cosas para nosotros, nos hacen cosas a nosotros, incluyendo influir nuestras formas de pensar sobre nosotros mismos y sobre los demás".
Así en su primera obra The Second Self: Computers and the Human Spirit ("El segundo yo: los ordenadores y el espíritu humano",1985) analiza el impacto de las computadoras en la percepción que el ser humano tiene de sí y del mundo que le rodea. En Life on the Screen: Identity in the Age of the Internet ("La vida en la pantalla: la construcción de la identidad en la era de Internet" , 1997) advierte sobre la adición a que pueden conducir los juegos de fantasía por computadora y los efectos de la informática en la vida cotidiana que pueden llevar a la pérdida del sentido del yo y de los límites que separan lo real de lo virtual. Más tarde, en 2011 publica Alone Together ("Conectados, pero solos") en donde critica en un mundo siempre conectado, la falta de atención hacia los demás, la tendencia a sacrificar la conversación y el temor a la intimidad.
Turkle no es la única detractora de los riesgos de las nuevas tecnologías. Otros investigadores que como ella son habituales usuarios de los medios digitales, reconocen las ventajas y beneficios de las Tics, y al mismo tiempo, advierten sobre los peligros del uso indiscriminado y permanente de la comunicación digital.
Así, autores como el alemán Manfred Spitzer, psiquiatra y especialista en neurociencia, alerta en "Demencia Digital" que las nuevas tecnologías pueden llevarnos a perder memoria, atención, capacidad de reflexión y habilidades de comunicación real cara a cara. En la misma línea, el escritor norteamericano, Nicholas Carr advierte en The Shallows: What The Internet is Doing to Our Brains? ("Superficales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras vidas?") la dependencia creciente de la tecnología que está cambiando nuestra estructura cerebral. Asimismo, los estadounidenses Howard Rheingold y Clifford Nass, denuncian la conexión permanente a las nuevas tecnologías en detrimento de la comprensión más profunda, del pensamiento crítico y creativo.
En Reclaming conversacion: The Power of Talk in Digital Age ("En defensa de la conversación: el poder de la comunicación digital"), Turkle reflexiona sobre el concepto de la conversación en la era digital y aboga por una comunicación real cara a cara donde se forjan las ideas, la reflexión, la introspección, la creatividad y la empatía. Esta conversación es el acto humano más humanizador que podemos realizar; cuando estamos plenamente presentes ante otro, aprendemos a escuchar. Pero hoy en día buscamos formas de evitar la conversación; nos escondemos los unos de los otros a pesar de estar constantemente conectados los unos con los otros.
La autora llega a establecer que hoy se admite la preferencia por enviar un mensaje o un correo electrónico antes que sostener una reunión cara a cara o incluso hacer una llamada telefónica. Acostumbrados a la conexión permanente, al flujo constante de la información, del entretenimiento, prestamos atención a lo que nos interesa, y cuando deja de atraernos, recurrimos al "phubbing", a mantener el contacto visual mientras se ignora a la persona que se tiene al frente para concentrarse con la telefonía móvil. Estamos permanentemente en otra parte.
Basándose en cientos de entrevistas sobre la introspección, la amistad y la intimidad, los contactos sociales (educación, trabajo y política), explora la huida de la conversación en la cultura digital y se muestra optimista para recuperar su riqueza. No sugiere rechazar la tecnología, pero sí destaca sus profundos efectos negativos.
Con esperanza, señala que es el momento de reinvindicar la conversación, de recuperar el silencio como parte del proceso comunicativo que se abre a la reflexión y permite mirar hacia nuestro interior, encontrarnos a nosotros mismos; de prestar atención y escuchar a los demás; de redescubrir el interés por lo espontáneo, por los puntos de vista de aquellos con quienes no estamos de acuerdo y de escucharlos de uno a uno.
La autora fundamenta su optimismo en las actitudes de padres que experimentan con espacios y momentos en los que no se permite el uso de dispositivos para recuperar la conversación con sus hijos y con los demás, en los universitarios y empresarios que guardan el teléfono para prestar completa atención a amigos y colegas. En este sentido, recomienda crear "espacios sagrados", libres de teléfonos celulares en la vida cotidiana (la mesa del comedor, el cuarto de estudio…); en el trabajo, (en ciertos espacios de reunión, en las escuelas); abandonar "el mito de la multitarea" (abrir el correo, hablar por teléfono y escuchar música, mientras se realizan otras actividades) que dispersa la atención, nos hace menos productivos, y resta calor y empatía a las conversaciones; potenciar el contacto visual; cultivar la capacidad de la introspección. Reta a tomar conciencia de las consecuencias no deseadas de las tecnologías a las que somos vulnerables y a confiar en la resiliencia, en la firmeza para utilizar con medida y de manera adecuada los dispositivos electrónicos.
Sin ser un tema nuevo, Turkle valida con numerosos testimonios y experiencias los efectos negativos de los dispositivos electrónicos y presenta un valioso, esperanzado enfoque para el uso adecuado de estas herramientas en la línea del pensamiento de San Juan Pablo II: " lo más esencial que plantea el progreso tecnológico es si, gracias a él, la persona humana se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos " (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 15).
Nadie ignora los evidentes beneficios de las nuevas tecnologías que facilitan la comunicación, el contacto con otras personas, acceso a la información, conocimientos e investigación. Pero su uso debe redundar en la mejora integral de la persona, lo que supone el desarrollo de virtudes y valores, entre ellos, la resiliencia como fortaleza, la templanza, la prudencia, que facilitan el señorío y dominio sobre sí mismo para saber poner límite al deseo de vivir permanentemente conectados. De allí la necesidad de la formación en estos medios para saber usarlos de forma adecuada, y de promover una actitud reflexiva para evitar la superficialidad y la dispersión intelectual; de estimular la comunicación interpersonal, el contacto directo que ninguna tecnología puede sustituir. Por último, coincidimos con Carr, Spitzer y otros expertos en internet, en proponer una mirada más amplia centrada en los demás y no tanto en el propio yo.
Por Yolanda Ho Chau