Reseña

 

Antonio Sánchez-Escalonilla

Del guion a la pantalla. Lenguaje visual para guionistas y directores de cine.

Editorial Ariel. Barcelona, 2016, 276 pp.

 

“La primera proyección de una película sucede en la imaginación del director, mientras lee el guion que sostiene en sus manos” (p. 9); con esta frase inicia Antonio Sánchez-Escalonilla su libro; y bien se puede sostener que esa afirmación condensa la idea central del autor: un buen guion de ficción debe ser capaz de evocar imágenes en la mente del lector, y un buen lector de guiones debe saber extraer del texto todo su potencial visual.


Esta obra aborda un tema que ya asomaba en libros previos del autor, como Estrategias de guion cinematográfico (2001), Guion de aventura y forja del héroe (2002), y Fantasía de aventuras (2009); pero es en esta nueva publicación que el autor se dedica estrictamente a evaluar cada uno de los elementos del lenguaje cinematográfico para enriquecer la escritura y lectura de guiones.

 

La novedad de Del guion a la pantalla es el esfuerzo por poner al guion literario como un punto de encuentro. Así, en esta obra se desarrolla a profundidad los aspectos claves para alcanzar una lectura profesional de los guiones de ficción, que es una arista de la industria audiovisual poco explorada. Evidentemente, los alcances que ofrece esta obra dan luces también -y el autor busca hacerlos explícitos en algunos pasajes- sobre cómo escribir los guiones pensando en su futura realización audiovisual, y cómo a través de la escritura del guion literario el guionista puede dialogar con el director.

 

En palabras del autor, el libro persigue dos objetivos: “Por un lado, pretende ofrecer al guionista claves y recursos de escritura visual, pues la calidad y hasta la genialidad de su trabajo dependen de ella. En segundo lugar, estas páginas intentan servir de ayuda al director y a su equipo para lograr una lectura más sugerente y provechosa del guion en términos artísticos, de modo que puedan expresar la estructura dramática del texto en estructura visual” (p. 10).

 

Este esfuerzo del autor resulta relevante en un contexto donde los manuales de guion centran sus objetivos en el manejo de tres elementos claves de escritura: la construcción de personajes, el manejo de la tensión dramática y los conflictos; y la estructura de la historia. Así, un texto académico que desarrolle el lenguaje visual para guionistas y directores de cine plantea un aporte significativo al campo de la comunicación audiovisual. Hay que destacar que el lenguaje visual que aborda el autor no se reduce al dominio del sonido, el tiempo y el espacio para la construcción de historias, sino que entra en detalle a cada uno de los siete elementos visuales básicos del cine.

 

En este sentido, el autor desarrolla “los componentes visuales básicos de la imagen cinematográfica: espacio, línea, forma, tono, color, movimiento y ritmo” (p. 11). A cada uno de estos elementos el autor dedica un capítulo y, de la mano de ejemplos, desarrolla sus potencialidades narrativas. Y aunque la mayoría del libro gira alrededor de estos elementos, los dos primeros apartados los reserva el autor para repasar lo propio del guion literario como una guía para la realización de una película y para estudiar cómo los conflictos dramáticos pueden establecer una conexión emocional con el espectador, que se puede reforzar con la tensión visual. Es de especial valor su propuesta de relación entre los conflictos, la historia y la estructura del guion: conflicto interno / historia interior / arco de transformación; conflicto de relación / historia de relación / subtrama; y conflicto básico / historia física / trama de acción.

 

El desarrollo de estos dos primeros capítulos funciona como una sólida justificación de porqué los profesionales de la industria audiovisual deben dominar el componente visual que se encuentra insinuado en el guion. En palabras del autor: “Si se asocia un componente visual concreto a un conflicto del guion, la trayectoria dramática resultante también se expresará en una evolución del componente empleado: como resultado, se obtendrá una progresión visual” (p. 42). Esta progresión visual no es accidental, sino que es el resultado de una correcta lectura e interpretación del alma del guion.

 

Merece una mención especial la adecuada selección de los fragmentos de guion de grande obras cinematográficas para desarrollar cada uno de los temas planteados por el autor. A través de los ejemplos, el lector puede experimentar justamente la complicidad y la sinergia entre cada línea del guion y el resultado final de la obra audiovisual. Por esto, se agradece que el autor no haga alarde de un conocimiento erudito en temas de cultura cinematográfica, sino que apele a obras excelentes de gran calado y normalmente conocidas por un público interesado en la comunicación audiovisual. El lector encontrará una perfecta conjugación entre clásicos y películas recientes, desde The Godfather (1972) y Taxi Driver (1976) hasta Gravity (2013) y The Theory of Everything (2014).

 

En suma, se trata de un texto de lectura altamente recomendada para cualquier persona que se quiera dedicar a la ficción audiovisual, porque el libro no solo ofrece algunas ideas claves y clásicas de modo estructurado, sino que aporta una visión holística sobre la escritura y la lectura de guiones, entendiendo que esta industria se basa en la creación colaborativa y que todos los que participan del proceso deben estar dispuestos a dialogar con los demás. Hay que agradecer, además, el estilo amigable en el que está escrito el texto, que sin renunciar a la rigurosidad necesaria, se deja leer sin circunloquios innecesarios y apuesta por ser, a su vez, una fuente de diálogo donde los ejemplos y las anécdotas invitan a pensar el cine y la ficción de una forma muy personal, contemplando todas las posibilidades creativas que nos permiten explorar las grandes cuestiones de la naturaleza humana.

 

 

 

Por Tomás Atarama Rojas

tomas.atarama@udep.pe

 

 

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