Reseña

 

Vicente Campos (ed.)

¡Extra, Extra! Muckrakers. Orígenes del periodismo de denuncia.

Editorial Ariel. Barcelona, 2015, 577 pp.

 

Este libro, del editor y traductor español Vicente Campos, constituye una interesante compilación de artículos de los llamados muckrakers, periodistas y escritores que tras una ardua tarea de investigación ejercen con sus publicaciones un gran impacto en diversos ámbitos de la sociedad estadounidense de finales del S. XIX y comienzos del XX, en la que proliferan la corrupción política y económica, los abusos empresariales, la infravivienda, las infrahumanas condiciones laborales de obreros e inmigrantes, la manipulación de los alimentos, la situación compleja de las cárceles o manicomios… entre otras lacras sociales.


Por medio de los textos seleccionados, el editor da a conocer tanto la historia como el perfil de los muckrackers, ‘los que escarban en la porquería’, sustantivo del inglés que se crea a partir del verbo intransitivo muckracke, acuñado y popularizado por el presidente Theodore Roosevelt en 1906, en un discurso en el que aludía al «hombre del rastrillo» de El progreso del peregrino, de Bunyan. En aquella ocasión, Roosevelt explicaba: «El “hombre del rastrillo” se nos presenta como paradigma de aquel cuya mirada repara sólo en lo carnal en lugar de en lo espiritual. Pero también representa al hombre que se niega obstinadamente a ver cuanto hay de elevado en esta vida y fija sus ojos con solemne atención sólo en lo que es vil y degradante. Bien, sin duda es necesario que no nos neguemos a ver lo vil y degradante. En el suelo hay suciedad [muck] y tiene que arrancarse con el rastrillo [rake]1, y hay momentos y lugares en los que ese servicio es el más necesario de cuantos pueden realizarse». Es así como nace, a su vez, la voz muckraking, que hace referencia a un nuevo tipo de periodismo que empieza a desarrollarse en Estados Unidos, conocido como «de denuncia» o «crítico», cuya misión fue la de buscar, investigar y denunciar públicamente la corrupción, el escándalo o similares, especialmente en política y economía, así como otros abusos que se dieron en la sociedad de aquella época.

 

Según Campos, «la selección de artículos está realizada sobre la plantilla de la magnífica antología que recopilaron Arthur y Lila Weinberg en 1961, así que inevitablemente, se reproducen aquí algunas de las veintinueve piezas que ellos escogieron»; sin embargo, advierte que ha dejado de lado la división temática original y ha incluido más bien una digresión que ha considerado pertinente sobre el amarillismo y otra sobre escritores más o menos relacionados con los periodistas.

 

Por lo general, los textos escogidos por el editor presentan un formato que corresponde al de artículos largos y exponen temas de denuncia social con pretensiones reformistas, sobre la corrupción política, el amarillismo, las altas finanzas, la salud pública, la vivienda, el trabajo infantil, etc. Los autores de estos artículos desarrollan, así, un periodismo de magazine, de revista «cultural y de actualidad». Todos ellos –hombres y mujeres– señala el editor, «escribieron como freelances –u ocuparon cargos relevantes–  en la prensa diaria, para Hearst, Pulitzer, Charles Dana o cualquier otro de la miríada de periódicos de la época». La lectura de los textos resulta interesante, siempre y cuando se siga en el mismo orden en que aparecen y nos fijemos en la explicación del contexto y la información histórica que el editor emplea para presentar cada artículo; de lo contrario, podría resultar caótica o confusa.


En este extenso volumen, el editor pretende, además, rescatar algunos nombres casi olvidados de valientes periodistas estadounidenses como Lincoln Steffens, Ida Tarbell, Nellie Bly o Charles Edward Russell, que con diversas publicaciones lograron promover cambios legislativos importantes en su país. Junto con ellos, destaca la actuación de autores como Mark Twain, Jack London, Upton Sinclair, Ambrose Bierce o Stephen Crane, que también tuvieron una notable repercusión social con sus escritos.


Así, por ejemplo, se citan artículos de Lincoln Steffens que denunció hechos de corrupción en «La vergüenza de las ciudades: Minneapolis» (1903); de Upton Sinclair que destaca por su texto titulado «¿Es verdad La jungla?» (1906), sobre cuestiones de salud pública en relación con la industria cárnica; de Samuel Hopkins Adams que en octubre de 1905 presenta en «El gran fraude americano» un análisis de la industria de la medicina; sobre el tema de vivienda encontramos a un rotundo Charles Edward Rusell, con su investigación «Las viviendas de la Trinity Church» (1908). Entre las mujeres muckrakers sobresale Ida Tarbell, una de las primeras periodistas de investigación económica, que dio a conocer «La historia de la Standard Oil Company» (1904) de Rockefeller.


Tanto la introducción y el epílogo extensos como la explicación del origen del término muckraker que el editor desarrolla en ¡Extra, Extra! Muckrakers. Orígenes del periodismo de denuncia, no solo nos permiten conocer con detalle las peculiaridades de estos personajes y la influencia que ejercieron en su época, sino que nos lleva a preguntarnos si en el presente siglo existen nuevos muckrakers que estén dispuestos a hacer un «periodismo de denuncia» serio y responsable.

 


 

1 Los corchetes son nuestros.

 

Por Susana Terrones Juárez

susana.terrones@udep.pe

 

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