Reseña/

 

Hugo Coya

Estación final: la emocionante y desconocida historia de los peruanos que salvaron centenares de vidas en la Segunda Guerra Mundial

Santillana. Lima, 2010. 158 pp.

 

Los acontecimientos descritos en esta obra transcurren durante la Segunda Guerra Mundial, la que ha dejado una profunda huella no sólo en los pueblos eslavos, judíos y de toda la Europa, donde ocurrían las batallas y los sucesos más dramáticos. Creo que las terribles consecuencias de esta guerra están dentro de los corazones de las personas de todo el mundo, y pasan de generación a generación.

 

Confirma esta convicción la reciente publicación del libro del periodista Hugo Coya que lleva por título “Estación Final…”. Aquí se revelan algunas páginas de la vida de familias peruanas que fueron víctimas del genocidio alemán, unas historias que hasta este momento no se conocían. Asimismo, el autor descubre las actitudes censurables de los gobernantes peruanos que simpatizaban en aquella época con la ideología de Hitler. Así, fueron negadas las visas a las familias peruanas de religión judía que intentaban huir del nazismo y no se otorgó el permiso de ingreso al Perú de más de 200 niños judíos, condenándolos a una muerte segura.

 

Felizmente ninguno de los seres humanos puede prever o intuir dónde y cuándo será su propia “estación final” -una metáfora muy oportuna a mi juicio-. Pero estoy convencida que nadie en el mundo quisiera encontrarse en el lugar que con mucho sentimiento describe el autor: un campo de concentración nazi.

 

Es fuerte, aterrador, escalofriante lo que nos cuentan las evidencias encontradas por el autor. Pero es necesario recordar estos tristes momentos de la historia de la humanidad para no repetir los errores, y para comprender y valorar la vida humana que Dios nos da y que nadie tiene derecho a quitar.

 

Desde mi niñez conozco muy bien que lo peor que ha sufrido mi familia, al igual que todas las familias de mi país (Ucrania), fue la Segunda Guerra Mundial. Aunque nací mucho después, parecía que las heridas que ésta había dejado aún estaban abiertas y dolorosas. De mis padres escuché muchas historias sobre este período, historias reales que les tocó vivir en persona; por eso su lectura me emocionó muchísimo.

 

Parece muy significativo que Hugo Coya comience su obra contando lo que conoció durante su visita al campo de concentración Auschwitz en Polonia y cómo cambió radicalmente su manera de entender el mundo:

“…me hizo descubrir cuán pequeñas y menudas, cuán egoístas y cuán limitadas pueden ser nuestras vidas frente a personas que conocieron lo peor que puede albergar un ser humano y que, aún así, lucharon y mantuvieron su dignidad hasta el último instante”.

 

De allí comprendo que la sensibilidad, curiosidad y espíritu de investigación propia del periodista no han dejado al autor tranquilo hasta encontrar las evidencias documentales, los testigos y los protagonistas. Los resultados de este profundo estudio han permitido reconstruir las historias de los peruanos que en el momento de la Segunda Guerra Mundial se encontraban en Europa y que figuran oficialmente en los archivos como víctimas.

 

Además de ofrecer en su libro los documentos, las fotografías y las cronologías de los hechos históricos, el autor describe detalladamente a cada una de las personas que perdieron la vida. Es un aporte muy característico que quizá puede permitir a los parientes y amigos de estos mártires del nazismo reconocer y recuperar algunos vínculos familiares que la guerra se llevó.

 

Como profesora de Medios digitales, no puedo dejar de reflexionar sobre la metodología aplicada por el autor para realizar esta minuciosa y precisa investigación. El uso de internet y redes sociales fue clave en la búsqueda de algunas pistas –que hubiera sido imposible hallar de otra manera-, lo que facilitó el contacto con las familias de algunas de las víctimas. Es un buen ejemplo práctico de las ventajas que ponen las nuevas tecnologías en las manos de los comunicadores y de la importancia de conocerlos y dar un uso inteligente y profesional; aprovechar estas herramientas.

 

Pese a ser un relato realmente dramático y penoso de los hechos que nunca más deberían pasar, el libro deja una sensación de "satisfacción y esperanza".

 

La satisfacción, porque con este trabajo escrupuloso se ha hecho la justicia –fueron rescatados del olvido los nombres y las vidas de los compatriotas– y se ha demostrado su fortaleza y humanidad a la hora de afrontar las peores circunstancias que uno puede imaginar.

 

Y la esperanza, porque si al pasar los 70 años hay personas que no pueden dejar de pensar, sufrir, reflexionar e interesarse sobre estos temas, es porque la maldad que existe en el mundo (racismo, extremismo, xenofobia, demagogia, etc.) está perdiendo terreno.

 

Por Lyudmyla Yezers’ka
lyudmyla.yezerska@udep.pe

 

 

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