Reseña/

 

Villanueva Chang, Julio

Mariposas y murciélagos. Crónicas y perfiles

Universidad de Ciencias Aplicadas (UPC); Lima; 1999

 

Esa permanencia se la debe al género periodístico de la "Crónica", que cuando está bien hecha no cae en el olvido porque es un producto literario a pesar de realizarse en un formato periodístico, actividad cuyo rasgo típico es producir textos efímeros, que mueren con el día. No es reciente el anhelo del cronista de ver reunidas sus crónicas en una publicación, lo han hecho todos los cronistas peruanos que se han sabido maestros del oficio por el respaldo del público. Como producto literario es legítimo que se recoja en un libro, como este que ha presentado Julio Villanueva, no tan reciente (1999) pero que merece comentarse.


La permanencia del interés sobre las crónicas procede también de la mirada del cronista, de su sensibilidad, del enfoque que da a los temas por los que transita: la mirada humana, dolida, festiva, aunque a veces también cínica, en este caso, sobre la humanidad sufriente de los que caminan al filo del despeñadero entre la vida o la muerte, el absurdo o la cordura, el fracaso y el éxito; o de los seres extraños, extravagantes, no por lo que hacen sino por cómo viven y piensan sobre lo que hacen; por último por aquellos seres que viven marginándose, muertos en vida o exiliados de ella; personajes, todos, situaciones, todas, que se nos quedan en el corazón y en la mirada.


La relación con la literatura de Julio Villanueva es por los cuatro costados. Casi sin necesidad y tomando como pretexto a personajes secundarios, nos habla de García Márquez, Vargas Llosa; nos hace saber que admira a Savater. Julio Villanueva invita a la ficción a la que incluye en sus textos con las citas de escritores, con los personajes inolvidables que trae a cuento, quienes han impregnado su memoria y a quienes llegado el caso, parafrasea, paráfrasis literaria que nos remite a Martín Adán -seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides­, el maestro en este arte, con tan buenos sucesores como EloyJáuregui, también notable cronista limeño, y ahora Julio Villanueva.


La crónica de Villanueva sigue la tradición de la crónica peruana: la subjetividad, que vierte a través de la manera de ver las cosas; su tono, a veces dramático, patético, escéptico, pero con una salida humorística, de humor blanco o negro, según el caso. La posición de Villanueva como escritor es una postura testimonial que revela las horas que ha pasado con sus personajes; deja entrever lo que les pregunta, cómo se inmiscuye en sus vidas para sacar lo luminoso, el himno que se puede cantar, la historia humana que deber ser contada por la proeza que contiene, por lo extraordinaria, exótica o patética humanidad que hay detrás de eso que sucede en la cotidiana vida de la ciudad de Lima, sin que a nadie llame la atención.


Vivimos rodeados de situaciones límite, como el personaje poeta que ha vuelto a dormir en la misma puerta donde lo abandonaron sus padres a los cuatro meses de nacido y que predica para quien crea, como profeta o filósofo. Son cosas terribles y extrañas que han dejado de serlo entre nosotros los peruanos, donde no existe ese mágico realismo que a las mentes prístinas occidentales se les ha ocurrido concebir; eso para nosotros no es más que la realidad que vivimos sufrimos -a diario.

 

La lengua de Villanueva es poética, pero repetitiva algunas veces por ese parafraseo que puede ser el resultado del malabarismo verbal en el que se complace, y que puede ser espectacular porque de por medio está el ingenio, la agilidad mental para juntar palabras o asociaciones de ideas que descubren el significado de forma creativa; pero esto a veces se vuelve puro juego y es ahí donde se pasa de la virtud al defecto. Las palabras son para decir cosas no para jugar, no para construir castillos de arena. Las piruetas verbales las construye Villanueva como frases redondeadas


para producir el llanto, la risa o la sonrisa. Algo que hay que agradecerle es que huya del conceptuismo o de las frases cargadas de filosofía concentrada, o ambiguas, sólo para iniciados. Todos los textos son transparentes, aunque eso no quita que exista el dato erudito, histórico filosófico, aunque algunas veces da que pensar que también puede estar jugando con nosotros como lo haría cualquier vecino que nos conoce y sabe encontrar el espacio de ingenuidad que aún nos queda.

 

Fuera de esas licencias que se toma el autor, su lengua puede ser luminosa, plástica, llena de imágenes y metáforas; su lengua es coloquial, la de los amigos que se gastan bromas; aunque llegado el caso —"Viaje al centro de la noche"- el sesgo es serio, dramático, un enfoque casi sociológico, con más datos, con el matiz testimonial que da cuenta de lo que ha visto, ha oído y ha vivido en esas horas de recorrido por el centro de Lima. Pero aún en el drama surge la ironía, la sonrisa o la carcajada; la distensión para el lector.
Villanueva reproduce con gran imaginación los hechos, nos vuelve a llevar las escenas que han vivido los personajes. Por ejemplo, vemos cómo en una película las peripecias de Houdini —un vendedor de libros-, tratando de salvar su vida mientras atraviesa el badén en la ruta Piura­Chiclayo. Allí podemos decir que ha acertado completamente con asociaciones ingeniosas que revelan el oficio de Julio Villanueva.

 

En gran parte de sus textos hay mucha riqueza y originalidad expresiva, pero sobre todo, más allá de las palabras, está el arte para mirar aquello en lo que el resto no repara: en lo curioso, lo patético, lo risible, lo extraño, lo inaudito, lo contradictorio... Como aquel hombre que es mirado por muchos ojos, durante muchas horas, pero que él no puede mirarse porque no tiene espejo para verse de cuerpo entero. Situaciones como esa están presentes en "Mariposas y Murciélagos% ocasión para despertar la sensibilidad sobre nuestro entorno, no para recrearnos en la miseria o tristezas de la vida sino para ver la complejidad que tiene. Porque en esas paradojas o curiosidades se esconde un significado humano, que cada quien cala desde su propia condición y circunstancia, con lo cual vamos develando nuestra humanidad: cómo somos y cómo vivimos; algunos como observadores, otros como protagonistas.


Referencia:
Adán, Martín (1968) De lo barroco en el Perú. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos,

 

Por Nancy Salas Andrade.

 

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